Las historias de osos sanguinarios que atacan cruelmente a los excursionistas indefensos consiguen grandes titulares en la prensa. La apabullante impresión que transmiten estas historias es que los osos son criaturas peligrosas y desalmadas, y que forman una amenaza para la gente en cualquier situación. Esta idea es, en el mejor caso, imprecisa, y en el peor alarmista.
Otro mito bastante extendido es que los osos son animales admirables muy similares a los oseznos de peluche que tuvimos de pequeños. No hay dudas de que los osos atraen la imaginación de los pequeños, mas es esencial que las historias que contamos a nuestros hijos estén basadas en la verdad y no en la fantasía.
Los osos son animales salvajes, inteligentes y hábiles, que merecen nuestro respeto. Es esencial conseguir un mayor conocimiento sobre el comportamiento, las necesidades y los ecosistemas de los osos si deseamos convivir pacíficamente con estos increíbles animales.
Mito 1: Los osos son impredecibles
La realidad: Los osos usan su lenguaje anatómico y vocalizan para enseñar sus pretensiones. Reconocer estas señales y otros comportamientos puede ser beneficioso para aquellas personas que viven o bien están de visita en territorio de osos.
Mito 2: Los osos no pueden correr colina abajo
La realidad: Los osos corren a más de sesenta quilómetros por hora y pueden hacerlo colina abajo, colina arriba o bien por una pendiente. Para dejarlo claro: pueden avanzar a quince metros por segundo, el doble de velocidad que nosotros. En verdad, un oso podría ganarle a un caballo de carreras en distancias cortas más tiene poca resistencia.
Mito 3: Un oso erguido sobre sus patas traseras está a puntito de agredir
La realidad: En el momento en que un oso se levanta en 2 patas trata de identificar mejor algo que le ha llamado la atención. Como es de aguardar, desde esta situación puede ver, escuchar y oler con mayor eficiencia que en 4 patas.
Mito 4: En el momento en que el oso ha probado comida humana, ya no le agradará el alimento silvestre
La realidad: Los osos prefieren el alimento natural y silvestre, salvo que sea bastante difícil de localizar mientras que el alimento humano sea simple de conseguir. Aun los osos más condicionados al alimento humana escogerán la natural si es rebosante. El enfrentamiento aparece cuando hay escasez de comestibles en estado natural. Ese es buen instante para identificar en nuestra propiedad cualquier cosa que sea atrayente para los osos, como el alimento para pájaros, el pienso para mascotas, arbustos y frutales, la grasa de la barbacoa y el abono orgánico.
Mito 5: Las campanas para osos son el mejor procedimiento para eludir un encuentro sorpresivo
La realidad: Es mejor alertar a los osos de nuestra presencia hablando alto, cantando o bien quebrando ramas. Practica el senderismo en conjuntos, por sendas establecidas y a lo largo del día.
Mito 6: Si un oso te persigue, trepa a un árbol
La realidad: Si bien son temerosos en tierra, los osos negros semejan cobrar valor en los árboles. A veces, un oso mata a otro lanzándolo de un árbol. El oso de abajo tiene el beneficio por el hecho de que el oso superior no puede sostenerse y al unísono batallar mirando cara abajo. Los osos se muestran seguros de estas ventajas y, si bien parezca prudente subirse a un árbol, ciertos han escalado tras las personas. Los osos pardos asimismo pueden escalar, quizá no con tanta agilidad, más se han dado casos de ataques a personas que trataron escapar subiendo a un árbol.
Mito 7: Los osos son carnívoros
La realidad: Si bien han sido clasificados en el orden Carnívora, los osos pardos y los negros son omnívoros por el hecho de que se nutren tanto de plantas como de animales. Solo un pequeño porcentaje de su dieta se compone de carne, que incluye pescado, insectos y otros mamíferos. Este porciento depende del género de comida al que tienen acceso en su hábitat.
Mito 8: Los osos ven mal
La realidad: Los osos ven los colores y tienen una vista afín a la de los humanos. Su visión nocturna es genial y son particularmente buenos advirtiendo movimiento. De la misma manera que muchos animales, los osos tienen una capa protectora llamada tapetum lucidum bajo la retina, que refleja la luz por medio de esta como un espéculo y le deja alentar en ella celdas fotosensibles, con lo que aumenta la visión por la noche. Es una característica que asimismo comparten perros, gatos y muchas otras especies nocturnas que muestran ese especial brillo verde en los ojos cuando son alcanzados por una luz en la noche.
Mito 9: Los osos que merodean por lugares habitados, como campamentos, pueblos rurales o bien comunidades de cabañas, son peligrosos
La realidad: Es casi imposible para los osos hacer sus recorridos diarios sin pasar por la propiedad de alguien. Los osos pueden viajar cientos y cientos de quilómetros buscando comida. Si hemos guardado nuestra comida y basura apropiadamente, el oso va a pasar de largo. Los osos conflictivos no nacen como tal, sino son creados por la mala administración del alimento y la basura humana. En general, algo atrae a los osos cara los espacios habitados, y quitar esa atracción soluciona el inconveniente.
Mito 10: Disparar o bien trasladar a un oso conflictivo resolverá el inconveniente
La realidad: Eliminar de en medio al oso y no a la causa de la atracción solo va a crear una ocasión a fin de que otro oso aparezca y se cree de este modo un ciclo vicioso de enfrentamiento y muerte.
Mito 11: Llevar un rifle es más seguro que un spray de pimienta para osos
La realidad: La probabilidad de padecer heridas serias aumenta al doble si a lo largo del ataque de un oso pardo se disparan balas en lugar de utilizar el espray. Los que emplearon el espray de pimienta mientras que se defendían experimentaron ataques más cortos y heridas más leves que aquellos que emplearon armas, conforme el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los USA. En verdad, los osos se sienten atraídos por el resto del espray de pimienta si este se extiende en el suelo o bien en objetos. Jamás se salpique mismo o bien su tienda. Si lo emplea para defenderse, el espray debe apuntar de manera directa a los ojos y al morro del oso atacante.
Mito 12: Es muy peligroso interponerse entre una osa negra y sus cachorros.
La realidad: Como las osas negras pueden ocultar a sus cachorros en un árbol, es extraño que ataquen a una persona para defenderlos. No obstante, si nos aproximamos a los cachorros de una osa parda, sí que puede considerarnos una amenaza. Probablemente solo pretenda atacarnos y pare ya antes de hacer contacto físico, más es preciso persuadirla de que no somos un riesgo, de otra manera las consecuencias podrían ser trágicas. Lo mejor es quedarse mudo, intentar parecer más pequeño y recular.
Mito 13: Los viajantes en territorio de osos frecuentemente son atacados
La realidad: Los ataques de osos son exageradamente extraños. Si bien ocurren miles y miles de encuentros entre humanos y osos todos los años, solo unos pocos acaban en lesiones físicas. La mayor parte de los osos sencillamente evitarán el contacto aun antes que los apreciemos. Todavía de esta manera, es esencial saber qué hacer y sostenerse alarma.
Mito 14: Es peligroso aventurarse en territorio de osos cuando se está menstruando
La realidad: La patentiza actual sugiere que la regla no aumenta la probabilidad de un ataque, así sea de osos negros o bien pardos. No obstante, se aconseja utilizar tampones en lugar de almohadillas. Para quitarlos se queman y después se guardan los restos con la demás basura.
Mito 15: Hacerse el muerto a lo largo de un ataque
La realidad: Hacerse el muerto marcha si el atacante es una osa parda que defiende a sus cachorros. Mas es la contestación equivocada si el que ataca es un oso predador. Si un oso ataca ––en singular un oso negro–– de forma beligerante y hace contacto físico, lucha por tu vida. Patea y golpea al oso con los puños, con rocas, ramas o bien cualquier arma improvisada que puedas encontrar. Un oso predador generalmente avizora a su presa y ataca por la espalda. Lo hace en silencio y no muestra comportamientos protectores como resoplar o bien patear el suelo. Puede tener las orejas cara atrás y la cabeza gacha, con la mirada fija